Pero sí, cuando era joven tuve alguna que otra iluminación, robé iluminaciones. Hubo un tiempo en que fui considerada santa, y el aire iba llenándose de rastros de mi beatitud, y en realidad sentía el dolor y el amor, todo lo que habían puesto sobre la tierra lo sentía.
Cada mañana la luz la hacían los pájaros hendiendo el cielo como dardos o dedos finos, o lluvia o rayos de sol; sentía que la música era lo más material del mundo, es decir que mi interior estaba recubierto casi por gasas, cuando tomaba vino veía la vid transparentarse
Miraba las casas de enfrente no como ahora, sino con ojos de otro mundo, encontraba detrás de las cortinas a gente que se juntaba y conjugaba, sombras de antiguos ramos de rosas que se entregaban entre sí, y sospechaba que
esas rosas iban a ser escritas y perdurar, leí miles de poemas y canciones sobre rosas que me dieron la razón, que el poema y las canciones las habían disecado como polillas pero que vivían en las letras pétalo por pétalo, igual que la gente.
También veía a esta gente pasear muerta tras las ventanas, toda oscura, sin lámparas. Cuando veía una lámpara encendida me decía que era una señal en la tierra, para guiar a los muertos.
Y que una lámpara piensa y es una mujer brillando en la oscuridad, desde su médula hasta el fuego de su alma. Yo era santa pero creía en la muerte, y además me decía que cuando ocurrían todas esas cosas en las casas de enfrente era que había llegado la muerte, pero que no lo dijera porque podía ser malinterpretado, que la muerte existía más allá de toda santidad.
Me levantaba y buscaba un camisón de mi abuelita guardado en el armario, un viejo camisón que yo pensaba que era el camisón más apropiado de la vejez y de la muerte, me lo ponía y sentía que me llevaban alto en una canasta o una hamaca que volaba.
Todo lo cual era locura.
Vuelta a la realidad
Entonces fue cuando me puse de novia con el ya mencionado muchas veces aquí como “Bonzo”: teníamos dieciséis años, mi espejo era su cara y viceversa, y con las mismas con que nos acariciábamos escribíamos poemas surrealistas. Pero surrealistas y de amor.













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