2020 y la Vida que debe madurar sin perder la inocencia del amor

2020 y la Vida que debe madurar sin perder la inocencia del amor
Que este año lleguemos sanos y salvos al año que viene

miércoles, 1 de diciembre de 2010

TROYA YA NO ARDE

No, ésta no es una carta en línea recta, no es una carta de despedida para ustedes, los participantes de “la divina tertulia”.

Y no los nombro pero los recuerdo a todos, y me pregunto por qué se convirtió en fantasma de otros lugares mi querida Blanca Estela y no aparece más ni por asomo. Otros van y vienen y sé que siempre están allí, y participan con miradas que intuyo.  


Ésta es una carta de despedida que puede ser la muestra de cómo lo personal y cotidiano tiene la posibilidad de convertirse en literatura. No digo en buena literatura, no lean antes… Pero sí que la carne de los libros está hecha de pequeños, intrascendentes sucederes que cobran importancia al ser traducidos a la letra. ¿A quién no le interesa espiar en intimidades algo oscuras o ambiguas, a quién no le interesa descifrarlas? 

Por eso me animo a compartir con ustedes una “intimidad” más (Las cookies…). Yo abandono o ¿quién me abandona? Es lo de menos, es la novela policial que tiene necesariamente un criminal oculto y una víctima, y que no alcanza a decir quién es la víctima y quién el asesino. 


Carta de despedida

Intenté convencerte yo, primero. Por las cenizas de todos los crepúsculos que miramos juntas, la ruina de la noche, la seda de la soga de las horcas conque nos ahorcábamos y la grave voz de selva que es tu voz, tocando la más grave campana. Dije que sabía que tu latido casi puede tocarse, que era tu corazón el que dando tumbos se deslizaba hacia atrás y alcanzaba la Otra noche, la que infinitamente está vestida de pasado, aquella donde flota una casa que no pudimos alcanzar, un hogar donde jugabas bajo todas las lunas y todas las estatuas jugaban con tu infancia, pero no.

Nada está muerto, te decía. Te decía que tomaras el sol que había mirado a esa niña que estaba en tu pecho y que los ladrones se habían llevado de todos los espejos. Te desafiaba a que te desnudaras y provocaras una tormenta, a que desataras con tus mohínes la furia y los oleajes del deseo; que conservaras a la jovencita cuyos ojos veían mucho más allá de la esmeralda de una esperanza muerta, pero no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario