




Había puesto a calentar agua para hacer café; el café del cual hice adicto a Cecilio, desde lejos -Cecilio es uno de los preciosos y apreciados ”comentadores” de este blog.
Mientras esperaba, tomé un libro que alguien dejó sobre la mesa y leí su contratapa (La ventaja de nacer con un libro debajo del brazo) -soy ávida lectora de contratapas, de prospectos de medicamentos, de indicaciones en los envases de limpieza, de fechas de vencimiento del yogur y la leche, de boletos de colectivo que indican el lugar hacia donde fui (Cómo serán los viajes a través del tiempo).
Contratapa difícil si las hay, empezaba diciendo: “he tratado de ir más allá de la deconstrucción derridiana”.
Algo electrificó mi mano, hizo girar el libro. Vi su título: ¿Puede hablar el subalterno?; vi el nombre de la autora: Gayatry Chakravorty Spivak. Me llamó la atención -¡tanta dificultad para entender la mía!- y mi mano volvió a girar el libro hacia su contratapa -¡qué de vueltas!, todo un viaje a Francia (a toda Europa y también a Estados Unidos, en realidad), y a la India en menos de un segundo -lo de la India es sólo por las evocaciones que despierta el nombre de la autora… (Raíces de la Cultura India).
Mis ojos se posaron en esta sentencia: “Derrida exhorta a… un volver delirante la voz interior, que es la voz del otro en nosotros” (Deconstrucción).
No sé exactamente por qué, recordé que en algún lugar había leído -creo que en una carta que Alejandra Pizarnik envía a alguno de sus amigos- que el poema “es un lugar de reunión” (Las diversiones púbicas de Pizarnik).





Esa figura casi plana que aparece en mi espejo, no soy.
Y si me alejo un poco, aunque cobre más dimensiones esa figura, tampoco soy.
Soy un demonio si no me miro, para apaciguarme, en un espejo que confirme que soy o que parezco gente; si miro en la oscuridad la oscuridad de mi vía láctea interior, si veo el universo dentro de mí, cruel, matando, comiendo; comiendo estrellas, animales, gente; soy un demonio y no una dulce anciana.
Es probable que de tan mal aspecto se vean, como yo, los demás, esos que giran a mi alrededor como yo giro alrededor de ellos en esta danza loca de soles que se chocan y creen, cada uno, ser el Sol.
Es probable que nos reunamos por eso para poder vivir ofreciéndonos este vino de palabras cada miércoles, para darnos lo mejor de nosotros como alimento, para fingir que nuestra alma no tiene limaduras de plomo.










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