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He visto, o imaginado, a varias poetisas con párpados fosforescentes: verde para Olga Orozco, morado para Marosa di Giorgio, y es posible que ambos colores y algunos más estuvieran en los párpados de Delmira Agustini y de Juana de Ibarbourou, tal vez ninguno en Gabriela ni en Alfonsina, no lo sé.
La enfermedad, y no siempre la actual, sino más bien antiguos padecimientos, es otra de las lámparas que hacen la iluminación o el clima de algunas señoras. Por ejemplo, Milagros escribió: Enfermedad o locura que me criaste de niña con comida de pájaros, que me pusiste plumas y pico y piel antigua de muñeca en banquete de flores que me queman; enfermedad tan bella que me diste los ojos erizados de la fiebre y me alcanzaste libros de palabras cantoras; ahora te perdono, todo lo que no pude es lo que pude decir en mis cuadernos.




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