









Una fotografía del presente se deslizó hacia ayer y mis ojos de cuando era niña sorprendieron esa imagen de mí: cómo envidio a esta hada madrina, a esta hada vieja fumando junto al fuego una mañana de frío.
Es julio, estoy un poco resfriada y tengo mi chimenea; mis lápices están ordenados por color sobre la mesa, en cuanto lo deseo, escribo o canto, ya con tinta vacilante, ya con voz oxidada, y estoy completamente sola en ese viento de alegría.
El sacón de mi tía
"No venderé este saco de visón, heredado, porque trae, junto con su hermosura, escenas felices de cuando su dueña paseaba por las calles preocupada tan solo por el brillo del sol", pensé.
En la trama donde se incrustaba cada hilo podía sorprenderse la antigua alegría de mi tía, la dueña del visón, eran espejos móviles que la mostraban, había quedado su sonrisa, su andar movía el resplandor y ella caminaba a mi lado otra vez.



















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