2020 y la Vida que debe madurar sin perder la inocencia del amor

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Que este año lleguemos sanos y salvos al año que viene

domingo, 17 de julio de 2011

saco mis entrañas a colgar al viento












En un viejo cuaderno hallo escrito entre comillas, pero sin identificación de autor.
“Hathos, la señora de la turquesa, cuyo nombre significa: ‘La morada del Dios Sol’, es decir el mar”.

No sé de dónde lo saqué cuando lo copié, y además habla del mar, no de las sierras y de campos y ríos amarillos. Sin embargo parece que viniera tan bien para celebrar mi encuentro con los árboles, con el cielo, con Dios y las mariposas hijas de mariposas que vuelan juntas y se chocan
por la noche con el infierno de las lámparas -una lámpara es un abismo de mariposas.

Lo primero
que escucho acá, aislada entre miles de metros de tierras llenas de verde, rojo y amarillo, lejos de todo, es el silencio.

Y el silencio -no, no me estoy yendo más allá de mi locura previsible- está compuesto de sonidos, a los que desde mi retiro llamo “Sones”.








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