Silfos del aire, ondinas del agua, gnomos de la tierra, salamandras del fuego.
Aries: la Vida, primer arcano sobre el humano encarnado.
Ahora todo es reflejo, acá parece comenzar lo humano, y en sentido descendente el humano superior, ya que también empieza el zodíaco, el plano físico terrenal.
La divinidad en la naturaleza asciende a la divinidad en los humanos para que lo divino en lo humano ascienda o se reintegre a lo divino en lo divino, o Dios en Dios, Dios-Padre y Madre.
Todos los campos de Marte








La frase que coloqué como título es de Lao Tsé y me parece la más indicada para darle sentido a la palabra Navidad en el corazón de toda la gente.
Lo que no significa que la festividad sea mínima, al contrario.
Es para todos, para todos los religiosos por más extraña que sea su religión, para todo creyente y, también, para quienes como yo vivimos en los grises espacios de la duda.
Y para quienes no creen en absoluto ni por un momento que la vida nos trascienda, que lo invisible se haga presente alguna vez.
Sí, pretendo conmemorar la Navidad con una frase de alguien que ni siquiera supo de Jesús, ya que nació más de quinientos años antes que él, y que, además, era menos severo, más predicador de goces que de cruces, más humano y menos divino.
Pero también voy a celebrarla leyendo a un autor católico, casi fanático.
A alguien que ya leía cuando era chica, cuando robaba libros de la biblioteca de papá: Giovanni Papini, atormentado y seductor.
¿Y por qué traigo a colación a este autor “fanático”, a mi papá de infancia y a mis sentires infantiles, diferentes?
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