Cuentan que una multitud esperaba a Buda para escucharlo una vez más.
Cuando Buda apareció -esto era en sus últimos años (Un instante en la vida de Buda)- traía en sus manos una flor, y levantó el brazo, exhibiéndola.
Así permaneció sin decir palabras, y diciéndolo todo con la flor, durante las dos horas que duró su sermón silencioso.
Dicen que todos entendieron con tanta claridad cada una de las expresiones de su silencio que no hubo, como en otras ocasiones, nadie que se acercara a preguntar, a pedir una explicación más extensa.
Yo, en este momento, sin ninguna esperanza de ser Buda, ni siquiera de ser alguien cercano a él de entre la multitud, levanto una flor, la más bonita.
Es para Lola, mi nieta de dos años, y ella sabrá entender cada pétalo.
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