
Juno, si en desprecio tuyo
Venus ofende a los griegos,
¿cómo tú no los defiendes
quejosa de tu desprecio?
Acuérdate que, ofendida
de Paris, a nuestro acero

le fïaste tu venganza.
Acuérdate que sangrientos
por ti abrasamos a Troya,
cuyo no apagado incendio
hoy en padrones de humo
está en cenizas ardiendo.
Si por haberte vengado
tantos males padecemos,
remédianos, Juno bella,
contra la deidad de Venus.

(Cantando.) A tus fortunas atenta,
¡oh nunca vencido griego!,
Juno tu amparo dispone
y yo de su parte vengo.
Este ramo que te traigo
de varias flores cubierto,
hoy contra Circe será
trïaca de sus venenos.
Toca con él sus hechizos:
(Deja caer un ramillete.)
desvaneceranse luego
como al amor no te rindas.
Que con avisarte desto
ya la obedezco; y batiendo
las alas rompo los vientos.
Hermoso aliento de Juno,
no desvanezcas tan presto
tanto aparato de estrellas,
tanta pompa de luceros.
Espera, detente, aguarda
que te sacrifique el pecho
estas lágrimas, que lleves
en señal de rendimiento.
Ya las esparcidas luces
va doblando y recogiendo
hasta perderse de vista
por las campañas del viento
Ya no hay que temer de
los encantos, pues ya veo
tan de mi parte los hados,
tan en mi favor los cielos.
A sus palacios me guía;
verasme vencer en ellos
sus hechizos y librar
a todos mis compañeros.
No es menester que te guíe
a sus ojos; que ella, haciendo
salva a tus peligros, sale
al son de mil instrumentos.
En hora dichosa venga
hoy a este palacio hermoso
el griego más generoso
que vio el sol, donde prevenga
blando albergue y donde tenga
dulce hospedaje; y atento
a sus fortunas, contento
pueda en la tierra triunfar
de la cólera del mar
y de la saña del viento.
Felice, pues, fuese el día
que estos piélagos sulcó;
felice fuese el que halló
abrigo en la patria mía;
y felice la osadía
con que ya vencer presuma
en tranquila paz, en suma
felicidad inmortal,
ese monstruo de cristal
siempre escamado de espuma.
Que yo, al cielo agradecida
pues ya mis venturas sé,
de tanto huésped daré
parabienes a mi vida.
Y así, a tus plantas rendida
con aplausos diferentes,
vengo a recibir tus gentes
hurtando en ecos süaves
las cláusulas de las aves,
los compases a las fuentes.
Y porque al que el mar vivió
lo que más en él le obliga
a sentir es la fatiga
de la sed que padeció
(¡quién sed en tanta agua vio!),
a traerte aquí se atreven
los aplausos que me mueven,
en señal de cuán piadoso
es mi afecto, el generoso
néctar que los dioses beben.
Bebe y sin pavor ninguno
brinda la gran majestad
de Júpiter, la beldad
de Venus, ciencias de Juno,
de Marte armas, de Neptuno
ondas, de Dïana honor,
flores de Flora, esplendor
de Apolo y, por varios modos,
porque en uno asisten todos,
bebe y brinda al dios de Amor.
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