2020 y la Vida que debe madurar sin perder la inocencia del amor

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Que este año lleguemos sanos y salvos al año que viene

lunes, 26 de julio de 2010

Mudanza

Hay un espejo que refleja otros espejos y cada uno de ellos a su vez refleja una mudanza, las partículas de una mudanza, los átomos.

De una bolsa de plástico negro que contiene frazadas, toallas y manteles, sobresale una servilleta de hilo blanquísimo, bordada, que estuvo en tantas alegres fiestas -y se manchó de vino en ocasiones- que da pena de puro contraste, y ya parece su blanco más bien una señal de luto.


A su lado, en las cajas conseguidas en almacenes y supermercados, hay una fotografía de la primera comunión de una nena redondita y rubia y un muchachito alto, delgado, con anteojos. En otro lugar se posa el álbum de fotos de los ochenta años de una dama todavía parecida a Melina Mercouri -después de todo, esa actriz griega nació un año después que ella, aunque haya muerto hace mucho tiempo-, con un gran resplandor y una gran sonrisa.


En una de las fotografías de ese álbum estoy yo con ocho años menos que ahora -que se notan- abrazando a esa dama octogenaria, abrazándola, abrazando a mi mamá. 


Mudanzas

¡Cuántas mudanzas hubo en mi vida! Tantas que me siento sobre un bulto que ya no sé si es de trajes o de camisones y me escucho decir con Fabio Morábito:

A fuerza de mudarme

he aprendido a no pegar

los muebles a los muros,

a no clavar muy hondo,

a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas

de los viejos inquilinos:

un clavo, una moldura,

una pequeña ménsula

que dejo en su lugar

aunque me estorben.

Algunas manchas las heredo

sin limpiarlas,

entro en la nueva casa

tratando de entender,

es más,

viendo por dónde habré de irme (…)


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