2020 y la Vida que debe madurar sin perder la inocencia del amor

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Que este año lleguemos sanos y salvos al año que viene

lunes, 17 de septiembre de 2012

Momentos de inpiedad

Olga sabía que yo vivía enfrente del edificio de Obras Sanitarias, del famoso Palacio de las Aguas Corrientes, y alguna vez me había visitado, antes, cuando escribía poemas “materiales”. Ahora le era todavía más fácil ubicarme . Yo habitaba un tercer piso por la calle Riobamba, y sólo separado por el balcón y unos cuantos metros cúbicos de aire libre tenía todo un panorama, como una pintura, como un friso, adonde estaban inscriptos dos palos borrachos -que después, en los días de marzo, se llenaban de flores- y una palmera erecta, alta y centenaria. A veces, con las tormentas, la palmera se movía peligrosamente, y a fines de la primavera del 2001 -precisamente cuando hacía tan poco, el 11 de septiembre, habían caído con tanto estrépito y tragedia las torres gemelas en Nueva York-, yo sospechaba que en algún momento podría esa palmera caer rectamente justo sobre mi casa. Pero eran sólo momentos, sólo ráfagas de pensamientos autodestructivos, porque a todo eso estaba venciendo a depresión que me produjo la muerte de Olga y también mi fracaso como poeta. Me había inventado una cura en la que entremezclaba budismo zen y alimentación vegetariana, yoga y caminatas aeróbicas, pero cuyo principal componente medicinal consistía en un cómodo sillón dispuesto en el living y mirando hacia el palo borracho, la palmera y el césped.

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