2020 y la Vida que debe madurar sin perder la inocencia del amor

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Que este año lleguemos sanos y salvos al año que viene

jueves, 26 de agosto de 2010

El magico mundo de las editoriales

El Flaco Pagés no es un “ilustre desconocido” sino, de verdad, un gran cuentista. Todo el que ha leído uno de sus libros -pocos y breves, como El hombre de los perros dálmatas- se ha asombrado, fascinado, enloquecido…Pero lo busco en Google y, aparte de aparecer en un listado de escritores santafesinos, figura sólo como periodista.

Y encuentro su nombre en una nota de hace menos de un mes, en “Rescate de la memoria”, una sección del diario El Litoral de la ciudad de Santa Fe.

El artículo se refiere a José Alberto Tur -para mí era sólo “Alberto Tur”-: “‘Un típico intelectual de los años sesenta’, así lo definió el periodista José Luis Pagés, que este jueves declaró en el juicio por su secuestro el 16 de mayo de 1978. Pagés rememoró cuál era el ámbito en que ambos se vincularon…”.

El Malena

(Pagés) contó que “el Malena -como llamaban al Movimiento de Liberación Nacional argentino- promovía acciones barriales de conjunto para cohesionar el campo popular y lograr en él la inserción de ‘partido’ que haría desaparecer las injusticias sociales. El arma más utilizada era el ‘firmóscopo’, una carpeta que recorría los barrios para que los vecinos reclamaran con su firma el entubamiento de un zanjón a cielo abierto…”.

El 24 de marzo se cumplen 34 años del golpe militar más feroz de la historia argentina. Desaparecieron demasiados, y el Malena también, y muchos de mis amigos que a la par eran amigos del Flaco, José Luis Pagés, mi adorado camarada de armas -lapiceras, biromes y hasta lápices lo eran.

La obra más feliz

Cuando busco lo que considero una de las obras más valiosas de la literatura argentina -si el Flaco leyera esto me pegaría por exagerada, pero ojalá lo lea-, no la encuentro: se esconde entre las tapas duras, almidonadas y prestigiosas de mi biblioteca, ésas de lomo fuerte y decorado.

Fidelia

“No quiero que nos vean porque, seguramente, van a pensar que estamos locos. Pero quiero que nos vean porque si no esto seguirá así indefinidamente.

No es que flotar me moleste. En el aire celeste de la mañana o en el rojo del atardecer, flotar resulta sumamente grato. Más aún, si como ahora lo hago sobre el campo o sobre el río, cuando sopla una brisa leve que me lleva y me trae desde el monte de aromos hasta la costa, desde la costa al trigal. No me molesta, no.

Pero llevamos varios días en esta aventura y ya estoy cansado. Además la salud de Fidelia ha empezado a preocuparme: ha enflaquecido notablemente en las últimas jornadas.
 

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