2020 y la Vida que debe madurar sin perder la inocencia del amor

2020 y la Vida que debe madurar sin perder la inocencia del amor
Que este año lleguemos sanos y salvos al año que viene

sábado, 22 de mayo de 2010

El ultimo Viajes astrales de la moda


Tuve algún pequeño disgusto y muchos “gustos” a partir de la publicación de la última entrada de este sitio.

Al disgusto  ya lo anticipé en una respuesta a los comentarios de ustedes, mis queridos lectores, y lo resumo rápidamente:

Estaba tratando de organizar una novela que hace mucho tiempo daba vueltas y vueltas entre mis papeles (papeles virtuales, vale decir “Mis documentos”, en la computadora.

Tenía que escribir el newsletter, y se me hacía tarde.

Entonces no se me ocurrió mejor idea que mandarles los comienzos posibles de mi novela, para que ustedes juzgaran.

Pero ocurrió que la memoria es una cosa seria…



Joise fue el que primero me sorprendió: yo misma no tenía idea de haber publicado ya esa misma pequeña parte de El gato blanco, aquí. Memoria deslumbrante la de Joise y miserable la mía, empezaron a aparecer entre mis buenos amigos “recordadores” varios.

Osvaldo acertó también diciendo que la historia había sufrido variaciones, y en efecto, la redacción sufrió diversas transformaciones con el transcurso del tiempo.

Por lo tanto, mi gato blanco número uno se quedará en el primer capítulo. Se me ocurre que lo mejor es que ustedes lo continúen, yo borre de mi novela -a presentar en un concurso- ese principio, y el título también, y todo quede como una historia en colaboración.

Y realmente varios de ustedes siguieron escribiéndola mucho mejor que yo.

“Los de siempre” la continuaron, con ese talento que les envidio de todo corazón y con todo mi amor.

Pero hubo alguien que la continuó y no era “de siempre”, era nuestro nuevo amigo Baldemar Chacón, impresionante en su prosa.

Éste fue uno de mis “gustos”. Por favor, antes de continuar, léanlo otra vez en su primer comentario de la semana pasada en este sitio.

Luego hubo un agrado sorprendente: el envío de Blanca Estela con su relato sobre experiencias personales.


Otro gusto fue la aparición -porque no siempre concurre- y los aportes de Celestino, mi amigo incondicional, de lejos, desconocido, y a la vez tan cercano.

Y luego otro comentario del mismo Baldemar, una respuesta para nuestra verdadera hechicera del blog, Blanquita…

Viajes astrales

Hace muchos años intenté saber algo de ocultismo. Apenas lo deseé, aparecieron como por arte de magia diversos libros en mi biblioteca, sobre el tema.


Uno de los más extraños y más serios, con un gran nivel literario y filosófico, científico también, y enormes dificultades de comprensión, para mí, fue El Tarot. Curso contemporáneo de la quintaesencia del ocultismo hermético, cuyo autor firmaba con un seudónimo, según se explicaba en el texto -texto de más de quinientas páginas y muy pequeña letra-: Mouni Sadhu.

sábado, 15 de mayo de 2010

Juegos con el tiempo

He llegado a concebir la idea pretenciosa y esquizofrénica de que todas las épocas están presentes en el ahora.

Esquizofrénica, porque mi teoría incluye las máscaras, máscaras que la gente guarda dentro de sí -campesino medieval, rey, soldado, esclavo, señor feudal; pretenciosa, porque no soy ni psicóloga ni historiadora. Pero, a la vez, he descubierto que muchos de ustedes prefieren que les hable como si yo fuera un individuo particular -y a veces lo soy, con locuras, ideas e imágenes particulares y no siempre “científicas” más que como un editorialista de ceño fruncido, mucha profundidad ceremonial y erudición.

Paso a explicar mi idea de los tiempos que confluyen en todos nosotros: cuando mantengo una relación de cualquier tipo -afectiva, comercial, etc.- descubro que en ese alguien conocido a veces aparece el hombre de las cavernas; otras, el torturado existencialista de la mitad del siglo XX; otras, el refinado, exquisito señor, o señorita, del siglo XVIII Y muchas veces, también, pero esto no entra dentro de mis “estudios”, que no abarcan el futuro, el tecnólogo bastante duro de entendederas para todo lo humano de fines del siglo XXI -tal vez sea prejuiciosa al expresarlo así, y pido perdón por el prejuicio.

La pregunta

Como la idea se originó aproximadamente durante mis veinte años, arrastro desde entonces datos de una extraña encuesta. Pregunto -no muy a menudo, sólo dos o tres veces por año recuerdo mis especulaciones-: ¿en qué época te hubiera gustado vivir?

Las respuestas suelen ser muy curiosas, y lo más curioso es que, en su mayoría, los que todavía están en su primera juventud se remontan a la infancia del hombre -cazadores nómades y pintores de cuevas-, y los adultos a la Edad Media con sus oscuridades y su Renacimiento, y los ancianos al siglo XIX y al XX.

Diarios impersonales como espejos

Encuentro diarios íntimos por toda la casa. Pero hay unos fragmentos de uno que, además, quiere ser “impersonal”. Sorprendentemente, empieza con un “3 de septiembre” de ningún año, y la penúltima entrada es del “3 de septiembre” del mismo año o de ninguno. 


Pero no, el año parece ser el 2001. Hay una catástrofe y amores resentidos. Creo que menciona el cacelorazo de diciembre de ese año que derrocó a un presidente -y todo su gobierno- en Argentina. También la caída de las torres gemelas de Nueva York… todo es tan oscuro. Paso a transcribirlo:

3 de septiembre

Como era previsible, se había vaciado -tan caro lugar común- ante la página en blanco. Su pretensión de escribir un diario impersonal había dado vueltas tantos días, girado, picándole cual avispa celosa, que ahora lo que debía ser en realidad un listado de sucesos que le habían ocurrido a “ella” -¿o no, esto no debía ser un simple listado?- le resultaba duro de cumplir. 

Se propuso empezar por el día de ayer entonces, ya que el de hoy acababa de comenzar -eran las diez de la mañana de un domingo, muy gris por lo demás. Pero tampoco daba con el tono justo para conmemorar la jornada de ayer. Sí, pasó la mañana hablando con el autor de un libro que ella debía editar. Una buena charla , extrañamente serena y productiva -recuerdo esa mañana, el autor era Germinal Nougués, con una imponente antología sobre el tango. Germinal murió sin ver su libro publicado.

Aunque seguramente la productividad había trascendido su conciencia, se había instalado en su inconsciente, quizá para ayudarla en su nueva tarea de editora, porque ahora ni siquiera eso podía recordar. Extrañamente, ahora las recuerdo. Sí algunas palabras que había dicho, cuando, con el autor, hacían paréntesis entre las correcciones y aclaraciones del libro y hablaban “de la vida”. 

Ella había dicho: “¿Sabe?, después de los cincuenta -aunque los pasé sólo por uno- es cuando empieza uno realmente a darse cuenta de que se va a morir. Antes uno se cree inmortal”. Desde lejos festejo la coquetería vana y hermosa de “ella”, que aclara que pasó los cincuenta sólo por un año. Y no era del todo verdad, al menos en su caso. No era verdad porque la muerte había girado a su alrededor, peor que cualquier avispa, y no sin aguijón, como en la Biblia. En este momento ella, que por descuido había escrito con minúsculas, volvió sobre sus pasos y corrigió, en la computadora eran fáciles los arreglos. Pero había tenido el impulso de seguir escribiendo, y no obstante corrigió, no lo dejó para después…

Asomado -sí, en masculino, porque se trata de
un señor- a este obstáculo que salvó inmediatamente, apareció en ella la sombra de su padre -¿pero no estamos hablando de “la sombra”, sustantivo femenino? “Si un defecto, si se puede llamar defecto, tenía papá es que era supersticioso”, pensó.



Aunque, ¿por qué estaba remontándose tantos años, si acababa de tener en la cocina, mientras desayunaban, un diálogo -hacía años que no tenían un diálogo sino violentas discusiones cuando se tocaba el tema que tocaron- con E., la amiga con la que vivía.

El tema era el sexo -acá se ve la lucha por la igualdad sexual, aborda sin otras previsiones la cuestión de las relaciones, como si se tratara de una pareja de seres comunes, no de homosexuales (dispénsenme la ironía remota). Ella siempre comenzaba preguntándole a E., porque realmente quería saber, quería entender, por qué hacía quince años que estaban juntas y más de diez que no tenían sexo; ¿eran o no una pareja?


Le había preguntado por los primeros años de esta relación, en verdad había sido extremadamente cauta esta vez, cosa inconcebible en ella, en este tema que la torturaba tanto, de un modo que E. había debido responder, también con cautela, pero sin violentarse. De todos modos tampoco tenía muchas ganas ahora de transcribir ese diálogo que por otra parte -con o sin violencia, en todas sus gamas- se repetía continuamente: hoy también había dejado escapar el pez de oro, diría su amado poeta Daumal, el surrealista.

Drogas y Muerte

Los principios de los años setenta (La “Comunicación Horizontal” a la vuelta de treinta años) estuvieron tan llenos -aparte de pasión y de pasiones- de cierto humo, de algo que se quema, de incienso y mirra digamos, que parece que cuando una los recuerda, obran en la memoria, desde aquí mismo, desde el hoy, los efectos tan dulces, tan peligrosos para los sentidos de la hierba celeste -digo, claro, la marihuana o María Juana, la inocente (Las Drogas).

Cuando fumé mi primer cigarrillo de marihuana -no fue el último, aunque casi- yo ya me había drogado varias veces con la realidad, con las confusiones de la realidad y, además, con las confirmaciones de la realidad -era y es tan irreal… (Realidades paralelas y la percepción de la realidad).

Un amigo de cuyo nombre sí quiero acordarme me llevó a un chalecito en las afueras de Santa Fe -algo así como un barrio en donde los muchos empleados públicos de mi ciudad se habían construido un refugio con techo a dos aguas para los fines de semana; el río estaba cerca, también los árboles, y hasta en la casa había un jardín desmantelado y un perro llamado -este nombre parece que nunca se borró- “Capitán”.

Yo ya estaba drogada, reitero, cuando entré en la casa. Primero porque era adolescente; segundo porque eran los setenta, el inicio de los setenta, y todo se tambaleaba, a veces poéticamente; nada tenía límites exactos.

Pero la “droga” concreta la encendió en un delgado pitillo este amigo que digo, y me la pasó: “Dale una pitada profunda… undaaaaa”.

“Undaaaaa”…, eso sentí; una profunda e inmediata borrachera del corazón que me latía en los oídos y sentí que la música que venía de algún “combinado” o de alguna radio salía de mí directamente con los latidos -unos doscientos- del atropello de mi corazón.

 

domingo, 9 de mayo de 2010

Voces de Ultrarumba

Gallego16, considera que falta una visión nueva de


la historia como conjunto. Cuando uno trabaje la idea de



sintetizar la historia de un tema en particular, por ejemplo

la historia de la enfermería en América Latina, si pretende

incorporar las orientaciones de la nueva historia, el resultado


no podrá ser el mismo que el de una historia clásica de la enfermería en el siglo XX. Debemos dar razón de nosotras mismas.


Valores y Eticas en la moda

Existe en ocasiones entre la representación icónica del colectivo enfermero a través de la lámpara la confusión con la identidad profesional, siendo claramente el primero un elemento externo connotante del comienzo visionario; mientras la identidad profesional esta representada por la profesionalización continua y permanente.


No obstante el bagaje de significados amalgamados, además de la fuerte impronta que le confiere la razón de su uso, iluminar el camino, por cierto complejo de la ciencia enfermera y reavivar la llama de todo lo implicado en los cuidados.


CAPA

Esta fue de tela de fieltro, se usó de este material debido a las bajas temperaturas , pues generalmente hacían guardias de 24 hrs., siendo las noches largas y frías. En significativa ceremonia se imponía la capa, "ceremonia en la cual quedan revestidas las enfermeras de su clásico distintivo. El significado de la capa es hacerles sentir el peso en sus hombros de la responsabilidad que han contraído con la sociedad al haber elegido la carrera de enfermera; al brindar cuidado, amor y dedicación, mismas que se han hecho evidentes y característicos de la Escuela de Enfermería desde su creación, y que la enfermera por medio siglo se ha investido de esta capa que la distingue como tal". (Gaceta del Gobierno del Estado de México, Agosto 25, Tomo X, Núm. 1285).


VESTIDO BLANCO

Al principio las estudiantes no utilizaban uniforme, sin embargo al paso del tiempo éste consistió en un sencillo vestido de percal y zapatillas cómodas, un mandil a la altura del tobillo de color blanco, como sinónimo de limpieza y pureza.

El uniforme significo la integración de un conjunto de cualidades que tienen las profesionales de la enfermería, enfocadas a dar a entender que poseen disciplina y una esmerada atención, hacia sus semejantes, tanto del alma como del cuerpo. (Bravo: 1969;125)


Desde los años 1960 a 1980 las escuelas hospitalarias dejan paso a las Escuelas Universitarias, el sistema de enseñanza basado sobre el progreso de las jerarquías había pasado hacia conceptos democráticos de la educación y el respeto; por consecuencia la cofia en tanto indicador de nivel de formación pierde su significación simbólica.
La evolución de los modelos de cofias de Enfermeras, desde la cofia religiosa hasta el abandono del uso de las mismas, refleja la historia de los cuidados ; en el cual las primeras graduadas vestían uniformes que las distinguían de las no graduadas.



Varias razones explican la desaparición de la cofia y de algunos uniformes de enfermeras a partir de la década del 70. La carrera de Enfermería poco a poco permite la profesionalización, el uso de la cofia continúa siendo parte de la vestimenta de las auxiliares, anteriormente la cofia confería autoridad y distinguía a las enfermeras diplomadas.

En Argentina; según el tipo de Escuela al que se perteneciera correspondía el diseño de la toca, registrado por la misma y había un marcada diferencia entre los uniformes de las auxiliares (tipo delantal, más relacionado con la limpieza) y las profesionales ( vestidos o chaqueta y pollera blanca).

La muerte no pasa de moda

Turbio fondeadero donde van a recalar,
barcos que en el muelle para siempre han de quedar...
Sombras que se alargan en la noche del dolor;
náufragos del mundo que han perdido el corazón...
Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar,
barcos carboneros que jamás han de zarpar...
Torvo cementerio de las naves que al morir,
sueñan sin embargo que hacia el mar han de partir...

¡Niebla del Riachuelo!..
Amarrado al recuerdo
yo sigo esperando...
¡Niebla del Riachuelo!...
De ese amor, para siempre,
me vas alejando...
Nunca más volvió,
nunca más la vi,
nunca más su voz nombró mi nombre junto a mí...
esa misma voz que dijo: "¡Adiós!".

Sueña, marinero, con tu viejo bergantín,
bebe tus nostalgias en el sordo cafetín...
Llueve sobre el puerto, mientras tanto mi canción;
llueve lentamente sobre tu desolación...
Anclas que ya nunca, nunca más, han de levar,
bordas de lanchones sin amarras que soltar...
Triste caravana sin destino ni ilusión,
como un barco preso en la "botella del figón"...