2020 y la Vida que debe madurar sin perder la inocencia del amor

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Que este año lleguemos sanos y salvos al año que viene

sábado, 22 de marzo de 2014

A otra con ese cuento

A otra con ese cuento

Llegué en viaje rapidísimo a Buenos Aires, conocí a Manuel, mi nuevo nieto, con sus cuarenta días y su mirada de pensador; encontré alta, bella y alegre a Lola, de casi cuatro años. Mane y Claudio me ofrecieron su pan y su amor, y descubrí -entre tantos y tantos libros que ellos tienen más los cuentos de hadas y sirenas- una nueva traducción de La cruzada de los niños (La croisade des enfants) de Marcel Schwob, en edición bilingüe. La traducción es de Leticia Hernando, para la editorial la mariposa y la iguana, de Dafne Pidemunt y Leticia Hernando. Y ya verán lo que se me ocurrió hacer con el capítulo llamado “Relato del papa Inocencio III” -¡Dios y las editoras me perdonen!
Relato de Francisco
Un libro de poemas dedicado a “la inmensa minoría”, como el de Juan Ramón Jiménez, es nuestra fe. La fe de los poetas no es igual a la mía, ni la fe de los constructores de edificios. 
Lo bueno es que estas diversas formas de la creencia estén, coexistan. Que las palabras y los ladrillos oren modestamente.
Yo, que vengo de lejos, del fin del mundo, ¿en qué mundo estoy?. Si girara el tiempo con mis dedos, como un globo terráqueo, me encontraría en la misma celda sin oro de Gregorio III, esa celda que es mi cuerpo y que fue la de él.

Yo soy igual a él, me han dado como a él una corona de espinas. A él le brotaban fuegos artificiales de su corona, para distraer con regocijos al pueblo. 
De mis espinas nace un birrete simpático y colorido, como de clown. Me lo pongo y me extasío con la gente sonriendo. Toman mi sonrisa y me la devuelven por millones. Ellos entonces tienen mi sonrisa y yo las que no tuvo Gregorio III.